miércoles , 24 abril 2024
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Carlos Páez Vilaró, talento, honradez y arte. Vino a este mundo para quedarse por siempre

Carlos Páez Vilaró pintando
Carlos Páez Vilaró pintando
Escribió un resumen de su vida hace cinco años.
“Al llegar a mis ochenta y cinco años, no puedo desmentir que mi vida de artista maduró  nadando entre las dos corrientes de aquel Río de la Plata que crucé cuando muchacho en el “vapor de la carrera” y que une a nuestros dos países. Tampoco que mi pintura actual es el final de una larga frase que comenzó borroneada con el hollín de las usinas de Avellaneda, se aclaró con el blanco de mi Casapueblo de Uruguay y hoy se resfuerza con el canto de los pájaros del Delta. Co tres hijos uruguayos y tres argentinos, culmino mi vida de artista bajo dos banderas y desde mis dos talleres de ambas márgenes del río”

Carlos Páez Vilaró considera que la pintura mural es el arte ensamblado al corazón del pueblo, el color que pone alegría vistiendo el cuerpo de la calle.
Carlos Páez Vilaró considera que la pintura mural es el arte ensamblado al corazón del pueblo, el color que pone alegría vistiendo el cuerpo de la calle.
Su intensa vida: Nació en Montevideo Uruguay, el  1 de noviembre de 1923.
Marcado por una fuerte vocación artística partió en su juventud a Buenos Aires. Aquí tomo como fuente de inspiración los movimientos sociales relacionados al trabajo en  las usinas y el esparcimiento en esa época: el tango, los bares y cabarets. En los años 40 marcaron el candombe y la comparsa uruguaya conectándose en su país con el  conventillo y la vida de las familias negras. Su pasión por esta manifestación cultural, lo llevo a componer candombes, dirigir coros, y por supuesto sus pinturas en tambores comparseros. La búsqueda de la riqueza en la raza de color lo hizo recorrer países de América y por supuesto África. Realizo varias obras plasmando la lucha de los africanos buscando la liberación. Su enriquecimiento no paró, en el 50 conoció a Picasso, Dalí, De Chirico y Calder. Jean Cassou, director del Museo de Arte Moderno en París, lo animó a presentar su obra en la Maison de l’Amérique Latine, que tuvo una gran repercusión y logró exhibirla en Inglaterra y los Estados Unidos. Entre viaje y viaje comenzó la construcción de su taller del mar, hoy “Casapueblo”. Ubicada sobre los acantilados rocosos de Punta Ballenas. El 13 de octubre de 1972, se vio vinculado a una historia muy alejada del arte. El avión en el que viajaba su hijo Carlos Miguel desapareció en la Cordillera de los Andes y ello le impuso a la búsqueda durante tres meses de su hijo. Todos sabemos que en víspera de navidad tras setenta días tuvo la bendición de encontrar a su hijo vivo. En retribución al pueblo chileno, pintó un mural en el hospital de la ciudad chilena.

Carlos Páez Vilaró entró al universo de la escultura liberado de ataduras a ritmos y proporciones.
Carlos Páez Vilaró entró al universo de la escultura liberado de ataduras a ritmos y proporciones.
Muralista por excelencia marcó en sus visitas obras en escuelas, aeropuertos, hospitales o presidios.  Años más tarde se traslado a Manhattan, donde la mayor parte de sus cuadros giraron en torno a, el patín sobre ruedas. En 1982, pasó por Brasil, pero siempre quiso regresar e nuestro país. Y logró su lugar fuera de Uruguay en el Tigre, en una vieja casa de madera, para él su atelier argentino. Aquí comenzó el desfile de temas de la zona. El Tigre lo energizó de tal forma que todas sus horas las consagró incursionando en su “arquitextura”. Como resultado dejó su sello en el Tigre con “casapuerto”, un emprendimiento náutico frente al Río Lujan, su casa taller en la Av. Gral. Campos y la Capilla del Cementerio “Los Cipreses” en San Isidro. Igualmente siguió recorriendo el mundo exponiendo sus obras  como por ejemplo en El Cairo, Beijing, etc.  Su creatividad traspasó las líneas decorando heladeras, cerámicas para uso comercial, corazas de avión de línea, velas de barcos, etc. .

Mural pintado en el Sanatorio Mautone de Maldonado, Uruguay.
Mural pintado en el Sanatorio Mautone de Maldonado, Uruguay.
El 6 de febrero del corriente año, envió como todos los años al diario El País una nota que decía:«Hoy a la noche, cumpliendo mis 90, cerraré mi aventura entre tambores. Un final que nunca quise aceptar, pero que la vida nos obliga a cumplir. Del brazo de Cachila, en Cuareim 1080, y frente a la sonrisa de Carlitos Gardel, trataré de darme el gusto de retirarme dándome un baño de pueblo. Recorrer entre humaredas de chorizos al pan las callecitas doradas del barrio Sur y abrazarme con su gente por última vez»… Falleció el 24 de febrero de 2014 en su Casapueblo, en Punta Ballena, Uruguay. Que más decir un monumento a la vida pero con sabiduría aceptando el final. ¡Qué grandeza!.

Su pasión por esta manifestación cultural, lo llevo a componer candombes, dirigir coros, y por supuesto sus pinturas en tambores comparseros.
Su pasión por esta manifestación cultural, lo llevo a componer candombes, dirigir coros, y por supuesto sus pinturas en tambores comparseros.
Fotos: http://carlospaezvilaro.com.uy/