Por Fabiana Chércoles, desde el Vaticano.

Preguntando se llega a Roma, y hoy estuvimos en Roma. Más precisamente en el Vaticano. Como tantos argentinos, yo quería ir a ver a nuestro querido Jorge Bergoglio. Porque para nosotros con el respeto que nos merece el Papa, lo llamamos así. Experiencias como estas uno no se las olvida. Hay muchas sensaciones que pasan por la cabeza.

Desde las 8 de la mañana, para conseguir un buen lugar, esperábamos con ansias la salida a las 12 puntualmente. Ya desde el trayecto desde el hotel, el taxista nos permitió sentir las primeras emociones…”El Papa Francisco convoca más personas que Juan Pablo II, yo no he visto nada igual hace mucho en Roma” nos dijo cálidamente.

En la plaza San Pedro, algunas personas se iban acercando a modo de “mostrador de informes” por la bandera Argentina. Ella indicaba, “Somos Argentinos, manejamos el idioma español y, algo sabemos de cuestiones organizativas”. A veces estas actitudes de embanderarnos nos da vergüenza, pero me dije: -si estamos orgullosos de nuestro Papa Argentino, ¿por qué no mostrar a todos, lo que sentimos siendo compatriotas de él?. Pasaban las horas y nos rodeaban latinoamericanos, incluyendo brasileros que en ese momento éramos más que hermanos a pesar de las rivalidades por el futbol. Cada uno expresó el problema que tenia y cómo lograron renovar su Fe a partir del nombramiento del Papa Francisco. Ni que decir la cantidad de italianos, que nos felicitaban por tener un ejemplo de cristiano.

Uno a uno iban llegando. El taxista no se había equivocado más de 100.000 fieles colmaron la plaza de San Pedro y Ricardo y yo éramos uno más de ellos. Es difícil expresar lo que uno siente en esos momentos, orgullo, felicidad, emoción… pero cuando comienza el movimiento en la ventana y las cámaras del Vaticano, ajustan las últimas imágenes para ser  proyectadas en la pantalla gigante, uno sabe que ya se aproxima el momento. Allí comienza la emoción final. ¿Qué hacemos cuando salga el Papa?. ¿Sacamos fotos, sacudimos la bandera?, y lo único que pude hacer es llorar, y escuchar.

Finalizado el Ángelus, nos abrazamos todos, nos deseamos paz, y nos fuimos tratando de ser mejores cristianos. Los Argentinos orgullosos y el Papa, que convocó a miles y miles de peregrinos, saludó con su mano en gesto humilde como siempre.