Sentí Argentina

Acuarelas Porteñas: La brecha digital se expande en la crisis.

Acuarelas Porteñas: La brecha digital se expande en la crisis. Foto: Ilustración.

Por Jorge A. Avila.

En tiempos de encierro colectivo, la felicidad parece reducirse a un botón. El que dice «enter» en el teclado bastante castigado de la vieja computadora que reina en algún rincón de la casa. La tantas veces transitada «brecha» digital, parece superar incluso, a la pregonada «grieta» explotada hasta el hartazgo por políticos de toda laya. Siempre útil a la hora de justificar fracasos colectivos que nos han acotado la calidad de vida cotidiana, las instituciones encargadas de regirla y las legítimas búsquedas de toda democracia saludable.

En mi anterior vida, como editorialista, solía referirme con frecuencia sobre la necesidad de llevar la educación financiera a todos los niveles remarcando, que ello implicaba además un salto tecnológico que abrevara del encuentro generacional. Lejos de ello, la inversión en renovación del espacio cibernético en nuestro país, ha sido una de las mas pobres del mundo.

En parte por la rapacidad empresarial, obstinada en ofrecer productos que por precios y características, solo fueron alcanzables para un márgen muy exíguo de la población. Y también por la miopía de los dirigentes del Estado y de otros sectores que pese a los discursos sobre extender esos beneficios, no fijaron como prioridad y política pública, implementar acciones al respecto. Ahora, en plena pandemia, la insensata convocatoria de Anses produjo concentraciones masivas y peligrosas de adultos mayores, en las puertas de los bancos, sencillamente porque muchos jubilados ni siquiera utilizan los cajeros automáticos, por no usar tarjetas de débito.

Tambíen por las cifras misarables que suelen retirar.. «¿Para que quiero la tarjetita, si saco todos mis haberes de una vez, y después tengo que hacer equilibrio para cubrir todos los gastos?,» decía un integrante de esas multitudinarias colas. Ni hablar de tarjétas de crédito, «homebankig» y otros servicios muy promocionados por los bancos. Es cierto que la generación «millenial», esencialmente compuesta por nietos, podría colaborar.

Aún en esta etapa de aislamiento. Pero no se tarda en descubrir que los supuestos «expertos» son bastante límitados, y a menos que uno sea abuelo de un «hacker», encontrar las claves para navegar con cierta seguridad en las procelosas olas virtuales de la red, es una labor que a menudo culmina con alguna falla que dejan inutilizados los equipos que suelen ser campo de experimentación. Final, concurrir al banco para que algún empleado piadoso recupere transferencias, créditos o depósitos.

Otra de las facetas novedosas, ha sido el repentino surgimiento de las «posnet» remotas, simpáticos aparatitos de tono cremoso, que llegan en manos de los empleados de «delivery», no los de empresas del rubro (que se imlementan mediante «app»), sino los envíos telefónicos que vienen en manos casi siempre de mozos del local, dispuestos a rescatar algo de sus remuneraciones caídas por el cierre de los locales gastronómicos. En general, poco prácticos en el uso, pueden destrozar cualquier economía doméstica, cobrando dos o tres vesces el pedido, al pasar la tarjeta reiteradas veces, porque puede marcar algún error. Simpre a favor del restaurant o casa de comidas, claro. O agregar uno o más ceros a la cifra. Cuando llega el resumen del banco, o antes si se intenta alguna compra, se constata la anomalía, y con cierta angustia se llama nuevamente.

No siempre, el dinero regresa a nuestra cuenta o en efectivo, y si lo hace, es después de un tiempo lo suficientemente prolongado como para tener síntomas prematuros de Covid -19. Además, ¿ porqué aparecieron en notable abundacia estas maquinitas «cremosas» ?. Si las tenían antes, ¿ porque los pedidos a pizzerías, heladerías y demás integrantes del rubro, debían abonarse siempre en rabioso efectivo ?. Incluso, se percibía el fastídio si se cancelaba el pago con alguna cifra que implicara retornar cambio. Todo indica que deberemos practicar por largo tiempo nuestra firma digital, si la tenemos registrada para nuestras operaciones.

A menos que tengámos algún nieto/a que colabore en la cuestión, somos candidatos a estafas, negociaciones, triquiñuelas diversas que seguramente harán que nuestra temperatura corporal suba a estamentos superiores al contagio de coronavirus. Las cuestiones vinculads a la higiene en la elaboración y entrega de los pedidos, podrían provocar distintos ataques de pánico, así que lo dejamos para otra oportunidad. Comercio justo, suspendido en cuarentena. Mejor cocinar en casa. Nada de lujos.

Jorge A. Avila.

Salir de la versión móvil