Fue una iniciativa de Banco de Bosques junto al Zoológico de Buenos Aires y el Gobierno de la Ciudad. Se busca generar conciencia ante la inminente extinción de este mamífero.
En el marco del proyecto El Gran Rugido, una iniciativa de Banco de Bosques junto al Zoológico de Buenos Aires y el programa Escuelas Verdes del Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad, se ubicaron en la Plaza San Martín 200 esculturas de yaguaretés a tamaño real de hembras, machos y cachorros, con el objetivo de subir el caso de la inminente extinción de este felino en la agenda pública, entregando un plan de acción de 4 puntos a las autoridades de la Secretaría de Medio Ambiente de la Nación, y recaudar fondos.
Para «El GranRugido», Banco de Bosques pidió al artista plástico Javier Goldschtein que creara 200 esculturas de yaguaretés, confeccionadas junto a más de trescientos voluntarios, durante cuatro meses, en el espacio cedido por el Zoo: su antigua felinera.
Con la venta de las esculturas, se busca comprar un drone para detección de actividad de caza furtiva y mantener el financiamiento del campamento base que funciona en El Impenetrable chaqueño, herramienta efectiva para disuadir a cazadores ilegales y traficantes de fauna.
En la plaza, más de 200 niños “rugidores”, terminaron de pintar la última mancha a los yaguaretés, que son como las huellas digitales humanas, dado que es posible identificarlos gracias a ellas.
El yaguareté, en Argentina, presenta ya la categoría de “peligro crítico” en la escala oficial de extinción, a pesar de que su estatus de protección legal es el máximo que una especie puede alcanzar en nuestra legislación, por ser por Ley (25.463) Monumento Natural Nacional.
El yaguareté llegó a ser el gran señor de la fauna Argentina cubriendo desde el norte hasta Río Negro una inmensa parte de nuestro territorio. Décadas de caza, desmontes y recientemente atropellos en la ruta, han retraído las poblaciones a una situación límite.
Científicos del CONICET estiman que tenemos sólo 200 ejemplares. Salvar al yaguareté implica, además, beneficios sociales para mucha gente de Chaco, porque su presencia y la posibilidad de avistarlo, como de hecho ocurre en el pantanal brasileño, tiene un gran potencial turístico.
«Este proyecto refuerza nuestro compromiso con el cuidado de la biodiversidad promulgando y fomentando en las escuelas el conocimiento y la preservación de nuestra fauna nativa. Consideramos a los alumnos como agentes de cambio capaces de llevar a sus hogares los conocimientos adquiridos sobre el cuidado ambiental y ponerlos en práctica junto a sus familias generando un cambio cultural», dijo Carlos Gentile, responsable del Programa Escuelas Verdes.