Los vinos de altura son una oportunidad que llama a potenciales factores intervinientes a sumar su protagonismo y movilizar la economía de un lugar. La bodega comunitaria de Amaicha es un ejemplo de los beneficios que la articulación entre la gestión público y privada brindan a la población de esa zona de los valles calchaquíes.
La cultura ancestral de los pueblos originarios, los sabores, la calidez de su gente y su invalorable clima hacen de Amaicha del Valle un destino al que les es fácil, para quienes la visitan, sucumbir ante sus encantos.
Tierra de festivales, que marcan el camino para miles de turistas cada año en febrero para celebrar la elección de la Madre Tierra, Pachamama, últimamente la misma tierra le obsequió a quienes la habitan un diamante en bruto que hoy se pule día a día.
Su luminosidad y escasa humedad, junto a su altura, hacen de Amaicha un escenario privilegiado para la vid, que responde hoy a la inicial curiosidad de los amantes del vino con expectativas de alta calidad en sus próximos emprendimientos, y generaron el interés del Ente Tucumán Turismo por visibilizar y realizar acciones promocionales para este nuevo atractivo enoturístico, que se suma a las bodegas agrupadas bajo la marca “Vinos del Tucumán”.
Planteada desde un sentido social y territorial, el emprendimiento comunitario se basa en el socio-territorio: pensando en el lugar y su gente, buscando el equilibrio con la naturaleza, promovido por la propia comunidad a través de su Comisionado Comunal, también cacique, Eduardo “Lalo” Nieva, junto al Consejo de Ancianos.
Conocido por todos como “El Diablero”, Mario Arias, asesor del proyecto, apunta a la importancia que para el desarrollo y evitar el desarraigo, tiene el emprendimiento, junto a las características de los cultivos: “En este momento hay 60 familias y viñedos que van desde un octavo a media hectárea, con uva fina, más 20 parrales de muy buena calidad, con uva criolla tinta, tradicional del valle, de más de 300 años de adaptación al clima de la zona” y manifestó su certeza respecto del potencial al señalar “podemos tener un vino fuera de serie, que sale de todos los parámetros de los vinos que se conoce como de ‘Alta Gama’”.
Un modelo de Producción
Distintos organismos son los que, además de la propia comuna, impulsan el desarrollo de la Bodega Comunitaria de Amaicha, la única de este lado del mundo que se tengan noticias: Unidad para el Cambio Rural (UCAR), el Programa de Desarrollo Rural Incluyente (PRODERI), la Secretaría de Agricultura Familiar -dependiente como las dos primeras del Ministerio de Agroindustria de la Nación, que coordina la gestión en la provincia de la cartera nacional, y la Subsecretaría de Estado de Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MiPyME), bajo la órbita del Ministerio de Desarrollo Productivo de Tucumán, encabezado por Luis Fernández.
Con casi la totalidad de la obra civil culminada, la Bodega Comunitaria ya comenzó a recibir visitantes de la región, el país y el mundo, coordinadas por el EATT, como la reciente visita de operadores mayoristas del Buy Argentina que decidieron recorrer Tucumán, en parte para ver en primera persona el desarrollo y potencial de la Ruta de Vino tucumana. Allí, los turistas reciben un guiado mientras disfrutan una degustación de los vinos que se encuentran listos para su distribución, como también de las cepas que componen los futuros varietales.
Al respecto, la vicepresidenta del EATT, Elena Colombres Garmendia, observó: “Con este proyecto Amaicha coordina sus dos mayores atributos: el desarrollo productivo de los vinos de altura y su mayor valor, la Pachamama, la tierra y su identidad de Comunidad Originaria. No es un vino más, sino uno cuyo mayor acierto radica en la identidad de quien lo produce”.
Ya próxima a realizarse su inauguración oficial, el lugar continúa recibiendo equipamiento y mobiliario para poder ofrecer no sólo una experiencia que enriquezca los sentidos y el profundo sentido de pertenencia de los Amaichas a los visitantes, sino también mejorar los procesos para la obtención de sus primeras dos etiquetas, ambas con nombre en lengua Cacán (o Kakán según los propios hablantes): “Sumaj Kawsay”(el Buen vivir) y “Kusilla Kusilla” (Ayudáme, sé generosa”, expresión habitual en la invocación a la Pachamama). En estos últimos días sumó a su inventario el mobiliario para su Sala de Degustación, una máquina fraccionadora, una refrigeradora y próximamente se incorporará una etiquetadora de botellas, mientras se avanza en la construcción de una fuente en la plaza de artesanos del mismo predio.