Por Ricardo Seronero desde La Rioja.
Febrero es para los riojanos el mes de la Chaya, su principal fiesta popular. En los barrios, en los pueblos y en las calles se mezclan la harina, la albahaca, y el vino para celebrar una tradición milenaria que logra hermanar a la comunidad.
Sin duda alguna, la Fiesta de la Chaya es una evento que merece ser vivido, al menos una vez.
Cuenta la historia que cuando los españoles llegaron a colonizar esta tierra, se encontraron con un festejo característico realizado por pobladores originarios cuando terminaba la época de la cosecha.
“La Chaya”, podríamos decir que es una variante del carnaval para algunos, el origen del carnaval para otros, la semblanza a nuestra querida “Pachamama” y el agradecimiento por los frutos cosechados de ella.
Hoy, la Chaya está ligada a los festejos de carnavales, con su propia filosofía de fiesta popular.
“La Rioja es Chaya en febrero»
Del 13 al 17 de febrero 2020, en el Autódromo riojano miles de riojanos y visitantes nacionales e internacionales dieron su presente durante cinco días, a pleno festejos.
Durante la festividad de esta edición, se presentaron importantes artistas nacionales, como Jorge Rojas, Luciano Pereyra, Abel Pintos, Soledad, Rally Barrionuevo, Sergio Galleguillo y Los Palmeras; además de diversas acciones culturales y recreativas, feria de artesanos, y diversos concursos.
También las peñas tuvieron su brillo por ejemplo en el Patio de Casa de la Cultura y en el Paseo Cultural Castro Barros. Además sobresalió la gran fiesta chayera en el Rancho Alegre del músico «Pino» Romero.
Gran impacto económico.
La noche de cierre fue para Sergio Galleguillo y Los Palmeras, y la más taquillera del festival.
La fiesta en su conjunto fue un éxito. La recaudación total por la venta de entradas de los cinco días superó los 32 millones de pesos, lo que significó un aumento de casi el 40% con respecto al año anterior; unos 10 millones más que la edición 2019; según lo informado por el ministro de Turismo y Cultura de la provincia de La Rioja, Gustavo Luna.
El Ministro indicó además que la recaudación es uno de los parámetros, “pero sin embargo -sostuvo- el festival representa la oportunidad del Estado de invertir en la economía creativa, también llamada economía naranja, y de dinamizar al sector turístico que es muy amplio y transversal, como así también de distribuir recursos directamente al bolsillo de todas las riojanas y riojanos que trabajan en el festival”.
Luna estimó que “tenemos un festival que cada vez adquiere más afluencia de público y que es incómodo para la gente”; en ese sentido anunció que el Gobernador Ricardo Quintela ya le pidió “muchos cambios para el año que viene, todos con el firme propósito, de que el público tenga un experiencia cada vez de mayor felicidad y seguridad cuando asiste a la Chaya”.
El Ministro explicó: “Es muy amplia la gama de beneficios que aporta la inversión y el esfuerzo económico que realiza el Estado en el Festival, porque gran parte de ese dinero que se invierte dinamiza la economía riojana en una época del año complicada para muchos sectores; y la parte que se invierte en artistas nacionales, que obviamente se va de la provincia, es reintegrada con creces por el turismo”.
En ese sentido aclaró: “nuestros técnicos hicieron un cálculo que por cada peso que el Estado invirtió en el Festival este año, el turismo nos devolvió a nuestra provincia y a nuestra economía, el doble”.
La Chaya y el Pujllay (leyenda diaguita)
Cuenta la leyenda que Chaya era una muy bella jovencita india, que se enamoró perdidamente del Príncipe de la tribu: Pujllay, un joven alegre, pícaro y mujeriego que ignoró los requerimientos amorosos de la hermosa indiecita.
Fue así como aquella, al no ser debidamente correspondida, se internó las montañas a llorar sus penas y desventuras amorosas, fue tan alto a llorar que se convirtió en nube. Desde entonces, sólo regresa anualmente, hacia el mediado del verano, del brazo de la Diosa Luna (Quilla), en forma de rocío o fina lluvia. En tanto Pujllay sabiéndose culpable de la desaparición de la joven india, sintió remordimiento y procedió a buscarla por toda la montaña infructuosamente.
Tiempo después, enterado el joven del regreso de la joven a la tribu con la luna de febrero, volvió el también al lugar para continuar la búsqueda pero fue inútil. Allí, la gente que festejaba la anhelada cosecha, lo recibía con muecas de alegría; él por su parte, entre la algarabía de los circunstantes, prosiguió la búsqueda con profunda desesperación, aunque el resultado totalmente negativo. Por ello, derrotado, terminó ahogando en chicha su soledad, hasta que luego, ya muy ebrio; lo sorprendió la muerte. Punto final de un acontecer que se repite todos los años, a mediados de febrero…
La tradición popular rescató a estos personajes y en sus vocablos se demuestra el sentido de esta fiesta: Ch’aya (en quichua: “Agua”) símbolo de la perenne espera de la nube y de la búsqueda ancestral del agua, algo que no abunda en La Rioja y es vital; y “Pujllay”, que significa: “jugar alegrarse”, quién para los carnavales vive varios días, hasta que es enterrado hasta el próximo año…
La Rioja #ProvinciaQueLate
Fotos: FUNDATUR – Jonás Masud.