Por Ricardo Seronero.
Los argentinos, estamos viviendo este momento de la canonización de Brochero con mucha emoción. Y lo ocurrido este domingo pasado en la misa realizada en la Catedral porteña fue un «acontecimiento simbólico importante», no solo porque fueron bendecidas estatuillas del santo donadas por la provincia de Córdoba para cada una de las 180 parroquias porteñas, sino por la sentida manifestación de fe.
«San José Gabriel del Rosario Brochero hizo una síntesis entre evangelización y promoción humana, una síntesis en su corazón de lo que creía y de sus conductas hasta el final», dijo el arzobispo de Buenos Aires, Card. Mario Aurelio Poli, en una misa que presidió en la catedral de la Ciudad de Buenos Aires en acción de gracias por la canonización del cura Brochero, y recordó que en sus últimos días se contagió de lepra, de la que murió por brindarse a los enfermos.
En su homilía el cardenal primado recordó cómo el santo conducía a grupos a los ejercicios espirituales en la ciudad de Córdoba, haciendo 30 leguas a través de montañas en seis días de camino.
Y se preguntó cómo entendería Brochero la parábola del fariseo y del publicano, de la lectura del domingo, que fue comentando. «La fe es propia de los humildes y ha de ser por eso que el Señor nos enseña en esta parábola cómo debemos presentarnos ante el Señor».
El cardenal presidió la misa que concelebró con dos obispos auxiliares, monseñor Joaquín Sucunza, vicario general de la arquidiócesis, y monseñor Enrique Eguía Seguí, provicario general; el rector de la catedral, presbítero Alejandro Russo, y otros cuatro sacerdotes.
Quince seminaristas acompañaron la entrada en procesión y el Evangelio fue leído por un diácono.
Los bancos del templo estaban todos ocupados y había más de un centenar de personas de pie. Al concluir, el cardenal hizo pedir a todos tres veces al santo: «Ruega por nosotros». Y cuando se encaminaba la procesión hacia el pasillo central para salir el cardenal se desvió de la fila para ir a tocar la imagen del santo, colocada en un costado del presbiterio.
En la misa se encontraba, el director de la Casa de Córdoba en Buenos Aires, Carlos Ilari, quien en nombre del Gobierno provincial entregó unas pequeñas estatuillas del santo cura gaucho donadas para cada una de las 180 parroquias de la ciudad. Representantes de las parroquias se acercaron luego hacia la sacristía, para retirarlas. El cardenal había bendecido simbólicamente cuatro de ellas en el presbiterio hacia el final de la celebración.
Durante la ceremonia, el coro litúrgico Trinitatis y el coro Benedicto XVI entonaron vibrantemente «Gloria a Dios en las alturas» y otros pasajes de la Misa Criolla, bajo la dirección del maestro Felipe Delsan. Estuvo a cargo del órgano el maestro Enrique Rimoldi.
El público siguió con unción los cantos y la cuidada celebración litúrgica, en la que fueron incensados el altar y la estatua del santo. Muchos fieles se acercaron a comulgar.
A un costado, en el crucero, estaban miembros de la antigua Archicofradía del Santísimo Sacramento de la Catedral, llevando sobre sus hombros las tradicionales esclavinas moradas con ribetes dorados. Los encabezaba su hermano mayor, Ricardo Casares, y entre otros miembros se hallaban Norberto Padilla, Juan Manuel Medrano, Horacio Savoia, Luis María Boffi Carri Pérez y Ezequiel Pereyra Zorraquín.
Entre los asistentes se hallaban el director de Culto de la provincia de Buenos Aires, Walter Jiménez; Marco Gallo y Andrea Poretti, de la Comunidad San Egidio; Vilma Nora Alí, Gloria Williams de Padilla y miembros de distintas parroquias y comunidades eclesiales.
Fotos: Ricardo Seronero @sentiargentina